Por: Colectiva Libertaria Severas Flores
A pesar del reiterado señalamiento que se le ha hecho a nombres como el de Rafael Uribe, satanizandolo como la excepción de la regla, vemos con dolor y rabia como crecen las estadísticas de «Trans», «Mujeres», «Marikas» asesinadas mes a mes por una cultura heteromachista que le enseña a los hombres a destruir, a violar y a matar.
Son heteromachistas todas esas violencias sutiles que van desde chistes, comerciales, e incluso silencios ante la asignación de roles a uno u otro cuerpo, estableciendo oprimidas y opresores; marcando identidades estáticas que son creadas y recreadas en un sin número de espacios públicos y privados; y finalmente llevando a la muerte a muchas personas por cargar estas categorías impuestas.
Hoy vemos como se pide la cabeza de un violador y como un terrible suceso une a los sectores políticos más diversos de Colombia. Se clama en todos los rincones del país por viles asesinatos de mujeres, peor si son niñas, indígenas, desplazadas o pobres (en algunos casos todas juntas). Pero estos sucesos, algunos mediatizados y otros no, son apreciados de manera superficial por los medios de comunicación. Se quedan en el sensacionalismo de la tragedia, el morbo de los detalles, el drama de la familia y el circo de los procesos judiciales. Se habla de justicia, se habla de valores y de enfermedades, pero no se habla de las causas.
El feminismo radical aboga por buscar y atacar la raíz del funcionamiento de la cultura machista. Y esto se encuentra no en la cultura como un ente omnipresente, omnipotente e inaprensible; se encuentra en la cotidianidad de nuestras vidas. No se trata de ajusticiar a un criminal (aunque debe adjudicarse la responsabilidad del caso), se trata de llegar al punto central de esa idea que se tiene sobre los cuerpos, sobre las vidas. Se trata de lograr un cambio en la forma como cotidianamente construimos nuestras relaciones. Y esto solo se puede lograr a través del trabajo de base, desde abajo, con dialogo y horizontal.
Un trabajo que se desarrolle si se quiere de forma federada, con las voces de todes, destruyendo las jerarquías que establecen unos privilegiados y otras esclavas, enfermas, muertas y evite las voces de cualquiera que quiera ser dueño del «poder», representantes, lideres y otro tipo de mesías que tomen decisiones por una comunidad, colectividad, agrupación o manada.
Estamos tan acostumbrados a la violencia que cada dia por lo menos 21 niñas y niños son violades y nunca nos enteramos de todas esas vidas violentadas y muchas de ellas arrebatadas. Sin embargo solo cada tanto alguno de los casos salta a los medios masivos de comunicación reclamando justicia y denunciando a los monstruos responsables para que la gente pueda enfocar sobre esa persona toda su indignación. Cuando en realidad son situaciones que ocurren todos los días de manera tan generalizada y masiva mostrándonos que nos son casos especiales o aislados sino que hacen parte de la cultura en la que vivimos.
Una cultura que ve en las mujeres, cuerpos débiles y sensuales dispuestos como objetos sexuales, esclavas de trabajos y espacios domésticos; una cultura que ve en los hombres, cuerpos que deben aprender a ser fuertes, a ser violentos, a matar y violar incapaces de controlar sus impulsos y sus frustraciones; una cultura que ve en las personas trans cuerpos enfermos y equivocados que hay que normalizar, ya sea con los roles binarios que nos da la heterosexualidad o con la muerte; una cultura que ve a las personas marikas un chiste y una burla a la imposición de hombría y cuerpos demasiado afeminados ya sea en gestos, en practicas o incluso sexualidades que deben asumir también el odio aprendido hacia lo femenino y hacia lo que no es heterosexual.
Si en realidad queremos que estas muertes se detengan pues tenemos que cambiar, no podemos pretender que los hombres dejen de matar de la noche a la mañana si no nos comprometemos todas y todes en dejar de reproducir estas ideas e imposiciones actuales que tenemos de hombre y mujer, y de heterosexulidad y homosexualidad; a dejar de naturalizar esas violencias, que nos importe tanto la vida de estas niñas y mujeres como las de personas trans y marikas, como las vidas de campesinxs, negrxs e indigenas que parecen no importar tanto.
Si en realidad queremos que estas muertes se detengan pues nos tiene que importar no solamente que la gente viva, sino que viva bien; de que sirve que a alguien no lo maten pero que viva en condiciones miserables sin soberanía alimentaria, educación, trabajo, amor, etc.
Si Yuliana siguiera viva igual hubiera tenido que dar una lucha tremenda por sobrevivir ante el panorama que impone la colonialidad, el clasismo y el racismo y la falta de oportunidades en los barrios pobres del país.
Así que si en realidad queremos que estas muertes se detengan y queremos que la vida de todas y todes este libre de toda violencia heteromachista, racista y en donde lo que importa es intentar tener mas plata, no nos queda otra opción que organizarnos buscando el bienestar de nosotres mismes y de les que nos rodean y luchar contra esas cotidianidades llenas de opresiones para que no muera ni unx mas!!!