“No hay palabra verdadera que no sea una unión inquebrantable entre acción y reflexión y, por ende, que no sea praxis. De ahí que decir la palabra verdadera sea transformar el mundo (…) Existir, humanamente, es pronunciar el mundo, es transformarlo. Los hombres (y mujeres) no se hacen en silencio, sino en la palabra, en el trabajo, en la acción, en la reflexión.”
Paulo Freire
En los últimos años no sólo se ha asistido a un proceso de transformación en las formas de acumulación de capital empujadas por los diversos escenarios de crisis que han derivado en distintas partes del mundo en el recrudecimiento de la pobreza, la desigualdad y los conflictos políticos de clase, sino además, y en consecuencia a lo anterior, en medio de este escenario de crisis y reconfiguración se ha venido dando un paulatino reacomodamiento de las distintas fuerzas sociales que de cara al momento actual empiezan a dibujar alternativas desde el ahora a la crisis y a la realidad capitalista.
En Colombia este reacomodamiento de las fuerzas sociales se ha dado pese al reflujo organizativo que impuso en su momento la fuerte abatida militar y paramilitar sellada por el ciclo de violencia y persecución de los últimos gobiernos; Los diversos sectores en lucha parecen reanimarse y fortalecerse día a día, construyendo escenario de encuentro y de disputa que claramente han ganado visibilidad en el sector agrario y, aunque con mucha menor fuerza, en el estudiantil. Sin ser ajeno a este nuevo ciclo organizativo y de reacomodo, han venido reapareciendo en los distintos escenarios valiosas iniciativas libertarias que haciéndose participes, promueven e impulsan, como le es propio, formas antiautoritarias de pensar la organización de las de abajo.
Este nuevo escenario representa, entre muchas cosas, la necesidad de renovar y posicionar nuevas perspectivas y retos que ancladas a las situaciones concretas en las que se desenvuelve nuestro hacer, nos permitan salir del aislamiento y marginalidad en la que se ha condenado al anarquismo por años, para así poder ir abriendo paso a las posibilidades de transformación en el ahora.
No basta para esto recoger y replicar las formas de lucha de otros tiempos como si fueran fórmulas mágicas útiles extra-temporalmente y extra-contextualmente o redundar en las fáciles abstracciones que se limitan a debatir y describir creativamente cómo sería un mundo libre de la opresión del Estado y de la explotación capitalista, pero que elude o reduce el debate sobre las formas concretas y cotidianas en que la explotación y los mecanismos de opresión operan. Es necesario proponernos hacer en el ahora un anarquismo capaz de ser una alternativa real de transformación. Blindarlo de una identidad de lucha construida en los mismos espacios de organización del pueblo. Identidad que por un lado entendiéndose y sintiéndose como parte de las múltiples situaciones en que se expresa la violencia, logré edificar e impulsar espacios de disputa en que la gente organizada, sin intermediación del Estado o alguna institución ajena, sea capaz de desplegar su poder creador. Pero también como un anarquismo que exprese con contundencia reflexiones y posiciones alrededor de los problemas cotidianos, que logre interlocutar con la compleja realidad sin perderse en las necesarias, pero insuficientes, abstracciones teóricas, que haga de la palabra y el dialogo el móvil en el que vamos transformando nuestro hacer.
Dejando el activismo y el verbalismo, el anarquismo lo entendemos como una praxis dispuesta al cambio, a nutrirse de la disonancia de muchas voces y el collage de muchas manos. Lo entendemos como la posibilidad de conjugar la reflexión y la acción, que no son vías excluyentes sino necesarias para darle sentido a la otra. Así, le damos bases reales a nuestro anarquismo en la medida que la comprensión y el dialogo sobre la realidad acompañen permanentemente nuestra actividad e interactúen dinámicamente nutriéndola de experiencias que nos ayuden a avanzar por la construcción de los espacios de autonomía popular.
Pero a la par que construimos y conquistamos nuevos espacios de lucha y organización, es preciso apropiarnos de la palabra escrita y hablada como formas de comunión con las demás, porque en últimas no se escribe sólo como acto comunicador (Difusión del pensamiento anarquista o denuncia a las inclemencias del capitalismo), sino como acto de encuentro creador, como acto que recoge lo que en la lucha hemos aprendido y lo expone como ejercicio de crecimiento. La palabra es un espacio de encuentro en que los juicios y los criterios que impulsan nuestro hacer están en permanente interpelación y cambio, además de ser un mecanismo para evadir la desmemoria y dejar manifiesto las preocupaciones que surgen de las apuestas y riesgos que conllevan recrear e inventar nuevas formas de lucha. Escribir es una forma de darle vida a nuestras ideas, de construir, como hemos dicho ya, nuestra identidad de lucha.
La prensa libertaria, como expresión de la palabra que se entiende como transformadora, debe ser eso, un espacio de comunión y comunicación que anclada a los espacios de organización social pueda sistematizar y reflexionar sobre el hacer, atreviéndose también a proponer y a cuestionar, a darle cabida al encuentro de las múltiples experiencias y rebeldías, dándole especial atención a la visibilidad de los lugares propios de enunciación. Lugares apropósito invisibilizados por la prensa hegemónica, que construye una estructura excluyente en que la palabra se transforma en un privilegio de unos pocos que reproducen la exclusión y la miseria. Así, escribir es de otra forma un acto de recuperación de la palabra que ha sido negada a las de abajo mientras se impone la palabra y los discursos de los de arribas.
Todo esto, en últimas son pinceladas de lo que hemos entendido como necesario para crear un anarquismo para el aquí y ahora, desde nuestro lugar propio de trabajo en la palabra. El reto de actualizar nuestros criterios y darle espacio al cambio y a la reflexión que susciten los lugares concretos de trabajo en que vamos dando vida a nuestros anhelos, nos llevaron en ultimas a apostar por asumirnos y entendernos cómo parte, no por fuera o por encima, de las luchas y caminos del pueblo, pero también como una alternativa que intenta promover en todos los niveles la organización antiautoritaria. Nosotras hemos recogido estos retos y reflexiones y hemos decidido pararnos desde un lugar para luchar, lugar que llamamos Anarquismo social y organizado.
¡Y crece en todos lados el anarquismo social y organizado!
Acción Libertaria – Organización y Lucha